Por María Felicitas Orezzio, Licenciada en Psicopedagogía, Orientadora Vocacional, Integrante del Equipo de Orientación Escolar de St. George´s College Quilmes.
La irrupción de la pandemia ocasionada por el COVID -19 ha generado un fuerte impacto en múltiples niveles de la sociedad. En lo que se refiere a educación en nuestro país, significó un año sin clases presenciales durante 2020 y un retorno desigual con constantes modificaciones durante el 2021.
Imposible soslayar las consecuencias que esta situación genera en los alumnos a quienes les toca finalizar su escolaridad secundaria y se enfrentan al desafío de pensar su proyecto vocacional. Normalmente el proceso de elegir una carrera despierta miedos y ansiedades debido al entorno cambiante y complejo en el que les toca vivir, y que en estos tiempos se ha potenciado por la incertidumbre que ha generado la pandemia. Se suma también la pérdida de los contactos habituales y los rituales de cierre que habitualmente favorecen este pasaje.
¿Qué hacer entonces? Como en todo desafío, lo importante es capitalizar los recursos que cada uno tiene, y reducir el impacto de situaciones negativas.
Valorando pequeñas ganancias de las grandes pérdidas
Empecemos por capitalizar los recursos. La pandemia generó la necesidad de incorporar recursos de tecnología educativa y por lo tanto requirió el desarrollo de habilidades digitales aún mayores de las que los alumnos poseían previamente. Estas habilidades digitales serán sumamente requeridas en el mundo en el que se van a insertar. Por otro lado, el aislamiento obligó a que se generaran hábitos de estudio más autónomos. Justamente la autonomía es una habilidad clave para manejarse en el mundo de los estudios terciarios y/o universitarios. Sin duda la pandemia nos ha enfrentado a grandes dosis de frustración, aprender a vivir con ella y reinventarse es un aprendizaje valioso de por vida.
Reduciendo el impacto
Analizando algunas sugerencias para mitigar el impacto negativo, vemos que es clave habilitar espacios de escucha y sostén emocional para los chicos, evitando que procesen estas emociones en soledad. Darles la oportunidad de hablar y conectarse con lo que sienten, escucharlos y contenerlos. Para algunos chicos es posible que les tome más tiempo y que les surjan más dudas frente al momento de elegir. Poder tolerar como adultos sus incertidumbres y evitar sumarles más ansiedad pueden ser factores que descompriman la presión. Por otro lado, es importante favorecer el autoconocimiento para conectarse con gustos, intereses y habilidades, así como recordar juegos y vivencias de la infancia pueden ser un buen disparador para trabajar sobre este tema.
Otro tema central es el manejo de la información clara y actualizada sobre la oferta académica en instituciones diversas. Conectarse con los sitios web y redes sociales oficiales de dichas instituciones, así como la variedad de actividades informativas que organizan pueden ser una fuente valiosa de información. Asimismo, creemos que evitar juicios pesimistas o de negación de los problemas es importante también. El peso de las palabras y cómo las reciben los chicos pueden acrecentar o disminuir ansiedades. Evitar asimismo mandatos y prejuicios que antepongan deseos familiares a los intereses de sus hijos. Estas situaciones pueden generar abandonos tempranos de las carreras. Y más que nunca es importante fortalecer la autoestima de los chicos destacando aciertos y logros, acentuar habilidades y capacidades. Esto puede ser la clave para generar motivación para construir un proyecto a futuro.
En síntesis, lo importante es brindar acompañamiento y contención tanto en forma virtual como presencial, favoreciendo el mayor autoconocimiento por parte de los chicos y dando espacio a la reflexión crítica al analizar las distintas opciones desde un lugar protagónico.
Dados todos estos espacios, si los chicos continúan presentando dificultades para elegir, es importante hacer una consulta con profesionales orientadores vocacionales para hacer un trabajo de acompañamiento más profundo.
