El 17 de noviembre de 1972, hace ya 42 años, el general Juan Domingo Perón volvió al país definitivamente tras casi 18 años de exilio y por eso hoy se recuerda el «Día del Militante».
El presidente de facto, Alejandro Agustín Lanusse, había dicho: «no voy a admitir que corran más a ningún argentino diciendo que Perón no viene porque no puede. Permitiré que digan: porque no quiere; pero en mi fuero íntimo diré: porque no le da el cuero para venir».
El 15 de agosto, desde Madrid, el delegado personal de Perón, Héctor Cámpora, anunció que Perón volvería a la Argentina antes de fin de año.
El 7 de noviembre, Perón dijo a través de una solicitada: «a pesar de mis años, un mandato interior de mi conciencia me impulsa a tomar la decisión de volver, con la mejor buena voluntad, sin rencores que en mi no han sido habituales y con la firme decisión de servir, si ello es posible».
El 15 de noviembre, desde Roma, Perón enviaba un mensaje dirigido a todo el pueblo peronista: «Como en los viejos tiempos, quiero pedir a todos los compañeros de antes y de ahora, que dando el mejor ejemplo de cordura y madurez política, nos mantengamos todos dentro del mayor orden y tranquilidad. Mi misión es de paz y no de guerra».
El 16 de noviembre, el gobierno de Lanusse tomó medidas extremas de seguridad rodeando el aeropuerto Ezeiza con fuerzas militares para evitar que los militantes se acercaran a recibir a Perón, pero a pesar de ello miles de peronistas se lanzaron a las calles bajo una fuerte llovizna y algunos lograron cruzar el río Matanza.
Mientras tanto, en el avión, 154 hombres y mujeres, entre ellos 22 presidentes provinciales del Partido Justicialista y del distrito capital, miembros retirados de las Fuerzas Armadas, de la CGT, de las 62 Organizaciones, del empresariado, ex funcionarios, ex legisladores, científicos, artistas, profesionales, sacerdotes y deportistas, acompañaron a Perón en su regreso.
El 17 de noviembre a las 11.20, el DC-8 de Alitalia aterrizó en suelo argentino y Perón fue retenido en el Hotel de Ezeiza hasta la madrugada del día siguiente, cuando decidieron liberarlo y pudo dirigirse a la casa de la calle Gaspar Campos, en Vicente López.