Mensaje de Monseñor Ojea para la celebración en honor a San Isidro Labrador

Muy queridos hermanos y hermanas de nuestra Diócesis, este año los Obispos no podremos estar acompañando la fiesta de San Isidro Labrador, nuestro Patrono; estamos cumpliendo esta misión en Roma. Yo me encuentro ahora abocado a la preparación del Sínodo de la Amazonia y lamentablemente no podré estar físicamente con ustedes.

Quería decirles que, como decía el cardenal Pironio: “Entre altar y altar no hay distancias”, que estamos realmente unidos en este gran misterio de comunión.

Estamos juntos caminando como Iglesia; hemos hecho el año pasado nuestra Asamblea diocesana, tenemos enormes esperanzas de continuidad de esta tarea en las comunidades diocesanas y en las comunidades parroquiales.

San Isidro Labrador es un amigo de Dios, en este gran misterio de comunión la Iglesia nos ha regalado a este gran amigo para que podamos acudir a él y nos sintamos verdaderamente acompañados por su sencillez de corazón, por su espíritu de oración; por su pobreza vivida en modo absolutamente evangélico y, al mismo tiempo, por este amor a la tierra, este amor a la tierra que en este momento de crisis planetaria, de valoración de la Hermana Madre tierra y de la misma naturaleza, la Iglesia nos está insistiendo que aunque sea en términos mediatos, podamos detenernos para poder pensar y reflexionar sobre cómo estamos tratando nuestra Casa común y nuestro planeta.

Les envío un abrazo enorme a toda la comunidad de San Isidro, en particular a la parroquia de la Catedral, a sus sacerdotes, a sus fieles, a todos los que trabajan intensamente en la comunidad parroquial de la Catedral, que es muchísimo; les mando un abrazo enorme y los acompaño desde aquí de todo corazón.

 

Que Dios los bendiga.

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