Quiero dirigirme a la comunidad judía, queridos hermanos mayores en la fe.

Últimamente hemos compartido juntos muchas cosas. Les agradezco su presencia en la celebración del inicio del pontificado del Papa Francisco. Hemos colaborado entre nuestros jóvenes pintando y refaccionando una escuelita de Boulogne. Son todos gestos que nos llenan de alegría.

En este mensaje quería desearles Felices Pascuas. Ustedes celebrarán su Pascua, la Pascua Judía el miércoles anterior al día en que nosotros las celebraremos. Yo se que la Pascua para ustedes tiene un sentido profundamente liberador. Es la celebración del gran acontecimiento nacional de Israel, liberado por el brazo poderoso de Yahvé, ese brazo poderoso que hace posible la liberación de la esclavitud de Egipto. Ese brazo poderoso que hace posible que se abra el Mar Rojo, abriendo paso al pueblo hebreo e impidiendo la persecución de los egipcios.

Ustedes al comer la Pascua y leyendo el Libro del Éxodo, recordamos que la comían de pie, ya preparados para la travesía.

Esto es un signo de esperanza. Tenemos que caminar juntos, tenemos que peregrinar juntos, luchando contra todas las esclavitudes que oprimen al hombre. Esclavitudes que hacen imposible su vida plena, su vida libre y en el mundo actual tenemos tantas formas de explotación y de esclavitud denunciadas tantas veces por nuestras comunidades.

Juntos le pedimos al Señor poder liberarnos de todo aquello que nos impide ser plenamente hombres, de todo aquello que ataca nuestra dignidad de personas humanas y vivimos la alegría de compartir la adoración y el amor al mismo Dios que tiene un plan de amor para cada uno de nosotros.

Felices Pascuas mis queridos amigos.