Por fin un fármaco para la tuberculosis infantil

Los niños ya tienen, por fin, su fármaco contra la tuberculosis, según ha anunciado la alianza mundial de esta enfermedad. Esta patología infecciosa golpea especialmente a los más pobres entre los pobres, lo que hace que la industria muestre escaso interés en desarrollar vacunas o tratamientos contra ella, ya que sus potenciales beneficiarios suelen ser personas que difícilmente podrían pagarlos.

Si además hablamos de tuberculosis en niños, este olvido terapéutico es todavía mayor, ya que la parte afectada es más pequeña e indefensa. Semejante ostracismo se ve reflejado en que, hasta la fecha, no existe un fármaco específico para tratar a los 140.000 niños que mueren cada año por esta enfermedad.

En 2010, la Organización Mundial de la Salud (OMS), revisó sus guías sobre tuberculosis pediátrica, y advirtió entonces de que el millón de niños que padece la enfermedad en todo el mundo necesitaba de opciones terapéuticas distintas a las que estaban recibiendo. Sin embargo, cinco años después, ninguna gran farmacéutica se ha mostrado interesada en desarrollar un producto específico para ellos.

Se mezclan las pastillas de adultos

Así, la falta de tratamientos especiales no deja a los médicos y las familias otra alternativa que ajustar por su cuenta los tratamientos de los adultos. De esta forma, para medicar a un niño hay que picar y mezclar píldoras de adultos hasta dar con la cantidad que necesitaría el niño.

Sin embargo, esto genera muchos problemas y hace que el tratamiento no sea todo lo efectivo que podría ser, ya que, no siempre se acierta con la dosis adecuada. Cecilia Ferreyra, especialista en tuberculosis y VIH/sida de Médicos Sin Fronteras (MSF) explica a este periódico que lo que ocurre con la tuberculosis en niños “es muy parecido a lo que en su día pasó con el VIH: hemos tenido que ir utilizando formulaciones de adultos, rompiendo pastillas y haciendo alquimia”.

Para poner fin a esta situación, la Alianza por la Tuberculosis ha estado trabajando durante los últimos años en el diseño y desarrollo de un tratamiento concreto para la tuberculosis infantil. Y hoy ha llegado el día de darlo a conocer: desde ahora ya puede decirse que existe un tratamiento child-friendly para la tuberculosis en niños que se ajusta a las recomendaciones de la OMS.

“Empezamos este proyecto hace poco menos de tres años, con 15,7 millones de euros [aportados por UNITAID, un consorcio que promueve el acceso a tratamientos contra la malaria, el sida o la tuberculosis], lo que se considera un período relativamente corto y de bajo coste para satisfacer una necesidad médica urgente”, explica a este periódico Mel Spigelman, presidente de la Alianza por la Tuberculosis.

Aunque Ferreyra señala que este anuncio “es lo que estaban esperando”, ya que juntar varias pastillas en una sola y que las dosis sean las adecuadas para un niño “es algo farmacológicamente muy complicado” que por fin se ha conseguido, rebaja las expectativas sobre esta terapia advirtiendo de que “tampoco va a cambiar nada, porque, al final, los niños se estaban curando igual” con la medicación que ya existía.

El gran problema es el diagnóstico

Esta experta explica que el principal problema de la tuberculosis en la infancia no está tanto en la falta de un tratamiento adaptado, sino en la dificultad del diagnóstico: “los niños tienen muy pocos bacilos en su esputo, y en los bebés, directamente es imposible coger una muestra, por lo que muchas veces el diagnóstico se termina haciendo por exclusión”. De hecho, este problema es de tal magnitud que la revista The Lancet advertía en 2014 de que las estimaciones de tuberculosis en niños se quedan cortas, y que la cifra real es dos veces más de lo que en un principio se pensaba.

La innovación que introduce el tratamiento que hoy se presenta no está tanto en su composición sino en su diseño, ya que no está formado por nuevos medicamentos, sino por una combinación mejorada de tres compuestos ya existentes: rifampicina, isoniacida y pyrazinamide. “Esta terapia es una nueva combinación con las dosis correctas, lo que supone que el niño tome menos píldoras y que ya no haya que machacarlas y mezclarlas”, señala Spigelman, quien apunta que las nuevas medicinas, además, saben bien y se disuelven fácilmente en agua, por lo que son más aceptadas entre los pequeños.

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