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Carta pastoral de Monseñor Oscar Ojea preparando el año de la misericordia

A las puertas del Año de la Misericordia deseo proponer en esta carta, a todas las personas de la Diócesis y a las comunidades, un camino pastoral para asumir decididamente el desafío que el Papa Francisco nos expresa tan claramente en su carta sobre la Alegría del Evangelio acerca de la “Transformación Misionera de la Iglesia”: 

 “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial»” (EG 27)

El Santo Padre nos plantea una profunda reforma (EG30) y nos llama a descubrir un nuevo modo de ser Iglesia.

Esta  renovación es un llamado del amor de Dios a una transformación Evangélica adecuada a este tiempo de la historia.

Imagino que en este camino pastoral, que a continuación les voy a contar, podremos ir evaluando las acciones que iremos realizando y revisar juntos si son las más adecuadas para responder a semejante invitación. Por eso no quiero provocar un tipo de acción pastoral que por la presión o las exigencias de alcanzar una meta se vaya desgastando en el tiempo, perdiendo así su singularidad. La propuesta no tiene que terminar en ella misma sino que pretende ser una herramienta que nos  ayude a ir creando entre nosotros un nuevo estilo misionero, ya que debemos asumir el desafío  de  cambiar nuestros modos de ver, de pensar y de hacer, y esto es más que una acción pastoral puntual.

Para encontrar ese nuevo estilo nos ayuda la propuesta  del Papa Francisco sobre el Año de la Misericordia,  que nos impulsa a vivir una misión  que se nutra en las mismas entrañas de Dios.

“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret”. (Bula de la Misericordia – MV 1)

Los invito entonces a dar un paso concreto proponiéndoles una misión dentro de la Diócesis en la que podamos enriquecernos los unos a los otros compartiendo nuestras fragilidades y nuestros valores que surgen de nuestra diversidad, pero que se han ido plasmando en una historia de profunda vocación misionera y de auténtico servicio a los pobres.

Este camino diocesano hacia la conversión pastoral, lo llevaremos a cabo en tres momentos, recibiendo subsidios y materiales que ayuden a los grupos y comunidades a desarrollar estas etapas.

1º Momento: “Misericordiosos como el Padre”.

En el Adviento, tiempo en que comienza el Año de la Misericordia, realizaremos un examen de conciencia.  Desde la mirada de Dios intentaremos ver nuestras propias fragilidades, debilidades y carencias como personas y -sobre todo- como comunidades. Esto nos ayudará para abrirnos más a la Misericordia de Dios y al experimentarla convertirnos en sus transmisores.

 “Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida.

Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado”. (Bula de la Misericordia – MV 10) 

2º Momento: “Abriendo nuestro corazón y nuestra casa”.

En la Cuaresma, meditaremos en la virtud de la hospitalidad que nos dispone a recibir en nuestra casa -con el corazón abierto- a hermanos de otros grupos o comunidades y, al mismo tiempo, a salir al encuentro del otro.

Jesús quiere la hospitalidad de nuestro corazón y  como a Zaqueo nos dice: “Baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.” (Lc 19,5). Para poder hospedar a Jesús tenemos que descender a la verdad de nuestra vida y desde adentro abrirle la puerta para que Él ilumine nuestras oscuridades.

En ese tiempo tendremos un  retiro que predicaremos los Obispos, y que intentará ayudarnos a vivir la espiritualidad de la cultura del encuentro. De este modo iremos disponiéndonos a las visitas entre comunidades, que buscarán ser auténticos encuentros con Jesús y los hermanos. Allí compartiremos unos y otros la  mirada hacia nuestras periferias existenciales y geográficas. 

3° Momento: “Buscando ser una Iglesia en salida”

En el Tiempo Pascual comenzaremos las visitas, respetando los tiempos propios de cada grupo y de cada comunidad, teniendo presente que la finalidad de estas acciones es ir en búsqueda de la  auténtica conversión pastoral para entrar en un  estado  de misión permanente.

Seguramente el Espíritu Santo nos seguirá guiando hacia una Iglesia renovada, misericordiosa y misionera. Ponemos en las manos de Nuestra Señora de Luján y de San Isidro Labrador todo este camino pastoral.

Con una fraterna bendición,

† Mons. Oscar Ojea – Obispo de San Isidro

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