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La historia de un docente que enseña desde su propia vida

Se trata de Arsenio Érico Rozich, Director de una Escuela de Tigre, quien se inició como portero. También, el profesor de educación física que será declarado “Maestro Ilustre”

En el camino hacia la casa de los alumnos que se ausentan de la escuela, al Director Érico le resulta imposible despegarse de su propia memoria. Hasta hace unos pocos años, circulaba esos caminos en bicicleta, pero ahora tiene auto. Su estrategia para traer a los chicos de regreso a la escuela es original y también bastante simple: les cuenta su propia historia.

La vida de Arsenio Érico Rozich, de 26 años y actual Director de la Escuela Secundaria n° 35 de Tigre,  es un reflejo del esfuerzo de un hombre que no escapa de su vocación, pero también es la metáfora sacrificada del maestro urbano.

Hijo de una familia trabajadora, el menor de tres hermanos, Arsenio recorrió su infancia en un barrio en el que nada sobraba. Era un espacio de potrero y fútbol improvisado. Los primeros años de su adolescencia coincidieron con la incipiente aparición de un flagelo que ahora es más común en las esquinas: la droga y el alcohol. El vio a sus amigos caer en la tentación y hasta acaso él mismo alguna vez se animó a probar aquella ingesta que transforma las almas.

Como otros de su edad, rápido inició el camino de las changas y de los trabajos informales. Fue repositor en un supermercado, cortador de pasto y podador de árboles. Después se enganchó en la carpintería con su hermano Juan Manuel. Un descuido bastó para que una sierra le quitara un dedo de la mano. Ahí terminó su tarea con la madera.

A pesar de que se enfrentó a su padre para dejar los estudios, la posición del viejo fue inquebrantable: lo obligó a terminar el secundario. Hoy, Érico está agradecido de haber perdido esas discusiones de sobremesa.

En el 99, comenzó un profesorado en Ciencias Sociales en el Instituto de Formación Docente N° 39 de Vicente López, que sobrellevó a fuerza de vender churros y de los 200 pesos que obtenía de un Plan Trabajar.

Fue un año después que ingresó como auxiliar (portero) en la Escuela Secundaria n° 35 de Tigre. Y continuó sus estudios. Alguien, luego, le habló de que en esa escuela había una posible suplencia, de unas horas, en Ciencias Sociales. Ericó no desperdició la ocasión. Y en la misma aula en la que hablaba de Historia, pasada la clase, se ponía el guardapolvo de trabajo y comenzaba la tarea de limpieza, porque seguía trabajando como portero.

Luego tomó más horas como maestro y ganó un concurso como secretario. Más tarde, ascendió a la dirección escolar que hoy ocupa, a cargo de 140 alumnos.

Sin embargo, su función de Director está empapada de experiencias. Cierta vez sermoneó a un chico por su comportamiento inadecuado y el pibe con lágrimas en los ojos le sinceró que no tenía ni mamá ni papá.

Érico dice que “es mentira que a alguien no pueda lograr las metas que se propone”, pero advierte que buena parte de ese destino está vinculado “con las influencias y con las circunstancias”.

“Yo tengo una ventaja para entender al los chicos: fui pobre y viví en un barrio”, dice. Por eso, cuando sale a buscar a los pibes que por algún motivo se ausentan de la escuela, sabe que puede convencerlos para que regresen, porque él fue uno de esos chicos y hoy es su director. Un maestro.

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